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Navega en rías de Vigo la espera zapatista

Navega en rías de Vigo la espera zapatista

Galicia, Estado español. 13 de junio.

En Vigo los edificios de granito están corroídos por el mar. Se nota el poderío entre la gente que lleva consigo bolsas de Chanel o quienes se mueven sobre un Mercedes color azul puerto, pero también se nota una cierta precariedad industrial portuaria en los locales cerrados en venta o por los inmuebles demasiado antiguos como para albergar vida dentro de sí. En la calle de Policarpo Sanz, homónimo de un ficticio periodista musical chileno, se encuentra una placa anunciando que un verdadero periodista vivió en ese edificio cuando fue un niño: un grabado en bronce de Camilo José Cela en gallego lo deja claro para quien llega a la ciudad. Frente a una casa con un ventanal circular que sale hacia la calle, se ven cortinas blancas onduladas hacia abajo, antojando a la vista la idea de que allí viven fantasmas, más allá de que sea domingo. Y cruzando la calle, el Consulado General de Venezuela.

Vigo

Camino de Santiago, en su praza, un niño montado en un caracol avanza como estatua de piedra igual que los zapatistas camino a España. Huele a sal dulce y se siente el fresco de la ría en las rodillas a través del viento que propaga los cláxones de los veleros y ferrys que hay en el puerto. Se escucha bachata mientras se pesca en el muelle. En el Paseo de Alfonso XII, el olivo más emblemático de la ciudad está al lado de la estatua de una niña que vuela sobre un dragón rumbo al mar. Al otro lado de la placita donde se haya dicho árbol, camina un hombre chambeador –que aquí lo llamarían currante- con el pie izquierdo protegido por una férula, vendiendo pescado en una hielera de unicel –que aquí lo llamarían poliexpán- en la que también lleva encima sus muletas.

Las reuniones para planear la arribada se hacen en cafés. Se constituyen las ideas, por ejemplo, en la Praza da Constitución. En la organización gallega, las particulares historias de cada integrante son la muestra de que el voz a voz es la manera más directa y sencilla de tejer redes, a pesar de también servirse de las digitales para que en la distancia se aborden ciertas cuestiones para ir planeando lo imprevisible. La llegada de los zapatistas a Europa es un ejercicio para que nos conozcamos personas que no tenemos nada en común además de que la Xira –por usar el galleguismo que cada quién dice con su particular acento- por la vida llegue a algún puerto.

Hay quienes al mudarse a otras latitudes hacían el trabajo de quienes no dominan la lengua: limpiar y ordenar cosas de otros. Hay quienes vienen desde lo que alguna vez fue el Imperio Persa, desde lo que alguna vez fue una Alemania dividida en dos o florentinos que en momentos de plática no piden cañas sino chelas. Llegan también quienes se encargan de traducir los comunicados zapatistas del español al griego, lengua en la que pueden darse debates donde se plantea cuál de las traducciones de “madrugada” utilizar para que no se pierda el sentido del mensaje: si el poético o el solar. Así mismo, hay personas que son de aquí y han vivido fuera, pero al volver han gestado sus luchas contra proyectos eólicos, la industrialización del puerto, tomas del territorio montañoso comunal para construir estadios de futbol o la contaminación de sus rías.

El graznar de las gaviotas forma parte de la tonalidad que propaga la música zapatista en altavoces, alternada con mensajes en gallego que invitan a la gente a informarse sobre la arribada zapatista. Andando con una muñeca zapatista gigante, que dos señoras pensaron en voz alta que a lo mejor sería del Perú, algunos niños en la calle bailan al lado de las iglesias y los perros salen corriendo despavoridos ante tal figura sobrehumana, que cumple la norma de llevar cubierta nariz y boca por el coronavirus, a pesar de no ser ese el motivo para portar un paliacate rojo sobre el rostro.

La gente en México está expectante de que se les pueda decir algo, pero nadie sabe realmente nada. Hay mucho misterio respecto a la llegada del Escuadrón 421 y tampoco es que se estén poniendo en contacto con la organización galega. El domingo se tuvo una asamblea en la que las distintas asambleas de la comunidad autónoma, que alberga el fin de la tierra según los romanos que alguna vez aquí vivieron, pudieron por fin verse en persona y discutir cómo procederán cuando llegue la primera avanzada zapatista. En los días siguientes, seguirá viniendo gente principalmente desde Madrid y México para ayudar en lo que se ocupe, desde gente para armar carpas y cubrirse del sol de verano al repartir panfletos hasta personas que vendan camisetas, bolsitas y café rebelde para financiar la gira. Pero también se anima la propia población viguesa para apuntarse a las tareas que se llevarán a cabo, como un ciclista que gritó con euforia, al ver los banderines negros con una estrella roja que la organización colocaba, si sabían lo que todos sabemos: entre el 19 y 20, según las treguas de la montaña con los vientos.

Texto: Fernanda Fernández

Fotos: Fernanda Fernández y Juana Machetes

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